sábado, 2 de febrero de 2013

El desierto sombrio

El desierto sombrio


La noche fue larga y muy dura. El sueño que suponía debía ser reparador, fue uno muy agitado ya que toda la noche fue atacado por pesadillas constantes sobre la noche de la muerte de su padre. En su mente se repetía el momento en que su padre murió entre sus brazos, podía ver como la vida se iba de sus ojos sin poder hacer nada para evitarlo, podía escuchar la voz del mercenario y ver su sonrisa momentos antes de que perforara el corazón de su padre, podía verlos huir entre la oscuridad del bosque, cada vez lo sentía más vivido, la sangre, la risa, la oscuridad, todo.

Parecía que las pesadillas jamás terminarían pero los primeros rayos del nuevo día lo sacaron de sus agitados sueños. Abrió los ojos con pesadez, aún más cansado que la noche pasada, su mente estaba agotada por todas las pesadillas que lo aquejaron. Se mantuvo unos momentos recostado con su mente aun algo agitada pero en cuanto se sintió bien, se levantó de la cama y se encamino hacia el baño del cuarto de la posada. Una vez dentro, dejo sus ropas en un cesto y entro a la ducha dejando que el agua fría lo despertara por completo.

—Malditas pesadillas —murmuro con pesadez cerrando sus ojos bajo el chorro de agua helada que lo cubría dejando sus manos apoyadas en la pared frente a él recibiendo el agua por su nuca y espalda siendo sus músculos despertados por las gotas heladas que los recorrían.

Se tomó su tiempo en la ducha tratando de olvidar todas las imágenes que poblaron su noche. Paso alrededor de una hora antes que el joven saliera de la ducha y tomara su misma ropa colocándosela de nuevo. Cuando tuvo todo listo, ajusto su arma nuevamente y se acercó a la ventana para saber si los negocios habían abierto ya. La noche pasada debido a la falta de luz y el cansancio, no había sido capaz de apreciar el aspecto de la cuidad pero ahora bajo la luz del sol, pudo ver con claridad el estado de todos los edificios o al menos de los pocos que tenía la ciudad.

Toda la ciudad estaba llena de mercaderes ambulantes, cada negocio se encontraba armado en puestos que podían ser desmontados cuando los comerciantes decidieran seguir a la siguiente ciudad. Los únicos edificios que parecían ser de la ciudad, eran la posada donde él había pasado la noche, una mansión muy lujosa cuya entrada estaba franqueada por guardias con armaduras ligeras y lanza de acero cuyas empuñaduras eran de madera, donde seguramente vivía el líder de la ciudad, varias casas distribuidas alrededor de la ciudad, la taberna que a la luz del sol se veía destartala, muy maltratada por el tiempo y un lugar con el símbolo de una herrería el cual supuso sería el único negocio perteneciente a la ciudad el cual claramente no estaba muy bien conservado ya que varias vigas del techo estaban rotas, partes de las paredes yacían en el suelo junto con tejas del techo pero aun así podía verse una leve columna de humo salir de la chimenea de piedra, indicando que el lugar estaba se encontraba trabajando pero a pesar de ello, todos los viajeros lo evitan eligiendo los puestos lujosos en la plaza central de la ciudad.

Luego de grabar en su memoria donde se encontraba cada cosa en la ciudad, salió del cuarto y bajo por las escaleras de madera cubriendo su rostro con la capucha de la capa manteniéndose oculto de la vista de curiosos. Salió de la vieja posada y empezó a caminar sobre el suelo de piedra que cubría toda la plaza central de la ciudad, camino hacia los puestos que la cubrían pero estando cerca declino de buscar en ellos sus armas ya que a su parecer eran demasiado lujosas y según las enseñas de su padre, eso significaba que el arma era de exhibición pero su calidad en un combate era muy pobre lo cual podría traerle problemas en medio del desierto si se topaba con alguna criatura.

Paso de largo de cada puesto que le ofrecía sus productos y en cambio se encamino hacia la forja en la parte más alejada de la ciudad. Camino alrededor de media hora, pasando del suelo de piedra a unas escaleras de roca negra bordeadas por unas colinas de pasto algo olvidado ya que se encontraba demasiado espeso y al parecer nadie se encargaba de ese sector de la ciudad lo que también respondía el por qué el hogar del herrero se encontraba tan maltratado. Finalmente llego a la puerta de madera la cual estaba cerca de caer de las bisagras de metal manteniéndose en su lugar por alguna clase de milagro.

—Vi el humo salir de la chimenea, ¿hay alguien en casa? —pregunto paseando su mirada por el interior de la casa observando una herrería muy sencilla.

Un yunque en medio, varias armas colgando de los muros y en el fondo un horno de piedra encendido frente al cual de espaldas hacia la puerta, se encontraba un hombre de gran estatura, cuerpo corpulento que al parecer estaba trabajando en algo ya que podía escuchar el sonido del metal moverse en el horno. Entro en la casa y se acercó despacio pero se mantuvo en silencio no queriendo distraer al herrero, esperando paciente a que volteara, lo cual paso luego de algunos minutos mostrándole un rostro curtido por el tiempo, con una barba no tan poblada como la del cantinero pero menos cuidada, ya que se encontraba enmarañada y en algunas partes algo chamuscada por la constante cercanía al calor del horno. El hombre sumergió lo que parecía ser una espada dentro de un balde con agua provocando un silbido del metal enfriándose a gran velocidad por la acción repentina del líquido frio sobre la superficie ardiente.

— ¿Qué deseas? —cuestiono el hombre con una voz muy profunda y resonante propia de alguien de su tamaño y corpulencia.

—Quisiera algunas armas y un escudo, saldré hacia el desierto y necesito estar preparado —respondió el joven mirando al hombre con calma mostrando el respeto correspondiente a un hombre de su profesión.

—Hay muchas armas buenas en los puestos de la plaza central, ¿Por qué preferirías las mías sobre las de los comerciantes? —cuestiono el herrero dejando la espada sobre el yunque y empezando a revisarla en busca de alguna falla en la hoja o en el filo.

—Porque son demasiado ostentosas, necesito armas que sean resistentes y que me sirvan en una pelea, no que se vean bien en mi cinto —respondió serio recordando las lecciones de su difunto padre.

—Me agradas pequeño, al parecer quien te entreno, te enseño muy bien —dijo el hombre alejando su mirada del arma y posándola sobre el joven mostrando una sonrisa suave entre su barba enmarañada mientras se acercaba a las paredes de la casa y buscaba entre las armas alguna cosa.

—Estos dos te puede servir, debido a tu porte y masa muscular, las armas ligeras son perfectas para ti, como las espadas o navajas, las hachas o lanzas te representarían demasiado peso y te entorpecerían, de igual manera un escudo muy pesado podrían representar un problema más que una ayuda —dijo el hombre presentándole una espada cuya hoja era negra y de una empuñadura igualmente negra con un entretejido de hilos de acero y plata junto a un escudo de acerco pero por dentro echo de cuero mostrando ser ambos muy ligeros cuando el joven los tomo.

—Muchas gracias, dígame ¿cuánto costaran? —pregunto mientras buscaba entre sus ropas el dinero que había rescatado de su hogar mas no fue necesario ya que el hombre movió su cabeza negando y luego lo miro.

—Tómalos como un regalo, me recuerdas mucho a otro joven que también paso por mi herrería hace muchos años y deseo ayudarte en tu viaje —dijo el hombre sonriendo de forma bondadosa mientras pasaba su mano por el cabello del joven en un justo fraternal.

El joven lo miro muy sorprendido tanto por el regalo como por el gesto pero sonrió agradeciendo la generosidad del hombre y se despido de el con un fuerte apretón de manos junto con un abrazo luego del cual abandono la casa. Camino de regreso hacia la plaza central ahora en busca de agua, comida y algunos elementos como un saco de dormir, algunas hierbas en caso de algún encuentro con una criatura venenosa. Escogió un puesto cerca de la salida de la ciudad, era atendido por una señora de edad madura y pudo notar que vivía en el pueblo ya que su puesto estaba armado frente a una casa, que como la del herrero, se encontraba en un estado algo deplorable.

—Disculpe, quisiera comprar algunas hierbas medicinales, un saco de dormir y algo de comida seca —dijo el joven mirando a la mujer con una sonrisa tranquila y amable en sus labios.

—Claro que sí, solo dame unos momentos por favor —dijo la mujer mientras entraba a la casa en busca de todo lo que le habían pedido saliendo luego de algunos minutos con todo lo que había solicitado el joven.

—Aquí tienes pequeño —dijo la mujer depositando todos los objetos sobre el mostrador de madera de su puesto mirando luego a joven con una sonrisa amable en sus labios.

—Muchas gracias —dijo con una sonrisa tomando todas las cosas y guardándolas en una mochila algo raída por su viaje mirando luego a la mujer mientras sacaba la bolsa de dinero y depositaba varias monedas de oro sobre el mostrador, que sumaban un importe mayor que el de todas las cosas que había comprado.

—Pero esto es mucho más de lo que cuestan las cosas —protesto la señora sin deseos de estafar al joven devolviendo parte de las monedas pero este negó y las coloco de nuevo en las manos de la mujer cerrándolas con delicadeza.

—Acéptelo por favor, eh notado que nadie compra en los negocios del pueblo, solo lo hacen en los ambulantes y eso no está bien, permítame al menos ayudarla de alguna manera para que pueda reparar su hogar —dijo mostrando una actitud sincera y cálida, heredada de su padre.

Unas lágrimas bajaron por las mejillas de la mujer antes de abrazarlo de forma sorpresiva agradeciendo su gesto. El joven sonriendo correspondiendo a su abrazo para luego separarse con cuidado de la mujer y despedirse caminando hacia la salida del pueblo, listo para iniciar su viaje por el desierto. Avanzo algunos minutos y luego se encontró en la salida del pueblo observando las arenas del desierto, nada podía verse en ellas pero las criaturas que rondaban esos lugares, preferían estar bajo tierra y solo salir al momento de atacar por lo cual durante todo su viaje, debería estar atento a su entorno para evitar ser devorado.

Dio los primeros pasos sobre las arenas doradas y un golpe de calor repentino lo dejo sin aire por algunos instantes. El repentino subidón de temperatura lo habían tomado por sorpresa pero no sería suficiente para detener su marcha. Tomo algunos respiros y luego empezó su camino sobre las arenas doradas del desierto paseando su mirada sobre ellas pero solo observando miles de dunas hasta donde alcanzaba la vista, algunos cactus y otras plantas, diseñadas para mantener el agua en su interior, logrando sobrevivir en un ambiente tan estéril y falto de cualquier humedad.

Cada paso que daba le costaba mucho, a pesar de que toda su ropa y equipaje eran muy ligeros, sentía su cuerpo como plomo debido al abrazante calor que lo rodeaba. Sabía que necesitaba encontrar pronto un refugio del sol o un oasis porque de lo contrario, terminaría deshidratado completamente. Cada vez que subía una duna, exploraba el horizonte en busca de alguna señal de agua o refugio pero solo encontraba más y más arena, como un infierno interminable.

Sus pasos cada vez se volvían más pesados y lentos empezando a sentir los estragos del fuerte sol sobre su cuerpo. Con su mano derecha limpio el sudor que empapaba su frente, subió a otra duna buscando nuevamente en el horizonte y esta vez logro ver lo que precia ser varias rocas acumuladas pensando que tal vez podría ser un refugio temporal si encontraba una caverna en medio de esas rocas. Bajo de la duna hacia el desierto de nuevo apretando su marcha hacia las rocas antes que sus últimas fuerzas abandonaran su cuerpo.

Recorrió el trecho entre la duna y las rocas con pesadez, cada paso que daba lo acercaban más a la inconciencia por falta de agua en su cuerpo. Apretó el paso lo más que pudo logrando alcanzar las rocas en cuestión de minutos, observando el páramo estéril que eran esas rocas de tono rojizo, no lograba encontrar alguna abertura en esos muros solidos pensando que tal vez su buena fortuna había terminado pero cuando iba a desplomarse sobre las rocas para que el sol terminara su trabajo, alcanzo a ver una gruta muy grande abierta en la base de una gigantesca roca al final de un pasillo bordeado de dos grandes muros rojos que proveían sombra y protección del abrasante astro en el cielo.

—Por fin, sombra, refugio —murmuro agotado observando la cueva casi con devoción mientras marchaba sobre la roca fría disfrutando del resguardo de ambos muros a su alrededor.

Admiraba la cueva a pocos metros de ella con una alegría inmensa en su rostro. Su cuerpo había recuperado parte de las fuerzas perdidas gracias a la sombra que le proveía los muros y estaba listo para entregarse a un descanso prolongado cuando capto un movimiento. De entre las sombras de la cueva se mostrando un par de ojos dorados, un rugido estremecedor resonó en los muros del túnel y en ese momento recordó algo que su padre le había dicho.

“En medio de la sala de su hogar, el padre le mostraba  a su hijo un libro con distintas ilustraciones echas por la mano de él. Podían observarse miles de diferentes criaturas en cada página y bajo cada una de ellas, había un texto descriptivo de sus hábitats, sus maneras de cazar, sus fortalezas, debilidades, en si todo lo necesario para sobre cómo enfrentarlas y lograr salir vivo.

—Hijo mío, en este libro yo eh recabado cada aspecto de todas las criaturas que enfrente durante mi vida como soldado. No es más que la cuarta parte de todos los seres que habitan nuestro mundo, pero esta información te será de mucha utilidad y sé que tu agregaras aún más información a sus páginas y luego tu hijo hasta que podamos documentar a todos los seres que rondan el mundo entero —hablo el hombre sonriendo de forma paternal mientras pasaba las paginas hasta detenerse en una. —Esta criatura se llama Virian, es un ser que habita en los desiertos pero debido al calor extremo de esos lugares, se refugia en las cuevas en espera de viajeros que busquen algún resguardo del sol. Son muy difíciles de matar debido a su piel dura y escamosa, pero tienen un punto débil en la zona del cuello. Llegar a esa zona es muy sencillo si portas un arco, pero si los enfrentas con una espada, deberás cuidarte del fuego y el veneno que exhalan de sus bocas —explico el hombre mirando a su hijo tratando de que cada parte del conocimiento que el llevaba, quedara en su pequeño. “

El joven recordó la imagen del libro de su padre y la misma criatura estaba frente a él. Una extraña mezcla entre un mamífero y un reptil era la mejor manera de describir a un Virian. Su cuerpo era similar al de un puma solo que su tamaño era cercano a los 4 mts de altura, su piel era toda escamosa pero recubierta por una especie de pelaje pardo, su boca estaba adornada con un juego de dientes blancos de aspecto normal menos los caninos que sobresalían de su boca de los cuales caían unas gotas verdosas que al toca la piedra la quemaban y un constante vapor rojizo que salía de su boca en cada respiración dando como resultado un ser horrible y aterrorizante.

Su mente trabajaba a toda su capacidad buscando entre las paredes que lo rodeaban alguna saliente que pudiera usar como impulso para atacar a la bestia desde arriba, pero al parecer se había metido en la trampa del animal y solo tenía una alternativa. Ataque frontal. El joven desenvaino su espada, preparo su escudo y empezó su avance cauteloso hacia el ser frente a él. No hubo avanzado ni un par de metro cuando una oleada de fuego fue lanzada en su dirección, gracias a la distancia logro rodar hacia un extremo evitando ser calcinado pero no tuvo descanso ya que una segunda ráfaga lo alcanzo impactando el escudo que protegía su cuerpo sintiendo como el metal se calentaba quemando el cuero dentro y por consecuente su brazo provocando un grito ahogado de dolor por parte del joven guerrero.

El joven rodo su cuerpo hacia una esquina del pasadizo en cuanto el fuego se detuvo inspeccionando su brazo. La piel estaba ampollada y enrojecida en algunas partes, sentía sus dedos adormecidos pero no tenía tiempo de descansar, necesitaba asesinar a la bestia antes que esta lo hiciera con él. Avanzo rápido sobre el piso de roca midiendo el alcance del fuego de la bestia, una nueva ráfaga estuvo cerca de alcanzarlo pero salto hacia atrás hasta el punto donde las llamas no llegaban midiendo que el alcance era de 4 mts hacia el frente además que necesitaba alrededor de 1 minuto entre cada ráfaga. Con los datos en su cabeza, avanzo provocando al animal hasta que lanzo la ráfaga la cual también esquivo y cuando termino, lanzo su ataque a toda su velocidad logrando atravesar el cuello del animal pero antes de poder retirar su arma, la bestia mordió su hombro protegido por la armadura.

Escucho el metal doblarse entre las poderosas fauces del animal y como los caninos cortaban su piel quemándola por acción del veneno antes de caer muerta a sus pies. Su cuerpo se resintió de inmediato por el veneno de la criatura provocando que su cabeza diera vueltas y su vista se nublara cayendo de rodillas en el suelo. Usando su brazo quemado, retiro la armadura observando la herida ennegrecida y sangrante que provoco las fauces del animal. Con mucho trabajo extrajo algunas hierbas de su mochila, recordando las palabras de su padre, empezó a preparar un antídoto el cual estuvo listo luego de algunos minutos. Saco el agua que llevaba mezclando un poco con las hierbas que preparo y luego se bebió el brebaje resultante cerrando sus ojos en espera que el antídoto surtiera efecto.

Paso alrededor de una hora cuando su cuerpo empezó a recuperar la movilidad. Abrió sus ojos y los oriento hacia un costado viendo como la herida de su hombro presentaba un mejor aspecto, suspiro y empezó el proceso de vendaje, luego del cual aprovechando que la noche había caído y con ella el calor había sido reemplazado por un viento gélido, se levantó y cubrió su cuerpo con su capa saliendo de ese pasaje pero no sin antes llevarse el veneno de la bestia en un frasco especial, sabiendo que le sería útil si impregnaba la hoja de su espada con él.

Camino por el pasaje alrededor de unos 15 minutos y salió de nuevo a las arenas ahora de un color azulado por el destello lunar. Camino con mucha más facilidad ahora que no tenía el sol quemando su cuello, mantuvo un paso bastante rápido por algunas horas subiendo y bajando por las dunas, manteniéndose lejos de cualquier lugar sospechoso ya que su cuerpo seguía débil por la pelea contra el Virian y no podría contra criatura de momento.

Mantuvo un trayecto recto usando las estrellas como única guía, cuando la luna estuvo en la posición que indicaba la media noche lo vio. Un castillo en medio del desierto que era seguramente el mismo del que había hablado el cantinero en la ciudad. Pensando que en ese lugar podría reabastecer fuerzas y provisiones, acelero la marcha pero al llegar a los alrededores del castillo su semblante cambio a uno de horror total.

—No puede ser… —murmuro el joven caminando al castillo sobre las arenas.

En términos de estructura se encontraba perfecto, ni un solo fallo a la vista pero alrededor de él, en las almenas, en el puente y en la entrada, todos estaban muertos.