lunes, 12 de agosto de 2013

Crepusculo negro

Esta es una pequeña historia que escribi. Espero ver sus opiniones si la continuo o simplemente la dejo donde esta.



¿Qué es lo mejor para defender tu hogar? ¿Una voluntad fuerte? ¿Una gran ansia de lucha? ¿La resistencia para soportar todo lo que te ataque?
Si descubrieras que no importa cual elijas, existe algo que te lograría quebrantar, ¿qué pensarías?
En lo profundo de un valle boscoso, rodeado por una bruma impenetrable existe un pueblo de poderosos y antiguos herreros, creadores de las más grandes maravillas bélicas del mundo. Armas y armaduras mágicas que brindaron la victoria a sus portadores, nacieron allí. Ryujin heredero de muchas técnicas relacionas con el fuego de los dragones, lideraba actualmente el pueblo. Sus trabajos eran legendarios y decían que ninguna de sus creaciones tenía una igual, todas eran únicas e irrepetibles. Muchos viajaban largas distancias para tratar de obtener alguna de sus obras pero jamás obtenían nada y nadie sabía el por qué pero una antigua leyenda del pueblo decía que solo una vez una persona obtuvo una creación de la familia de Ryujin, algo tan poderoso que obtuvo su propio lugar en la historia del mundo.
En la costa oriental del continente, los restos de una antigua ciudad se alzaban. Desconocidos los que la ingeniaron, compuesta por tantos callejones que la convertían en un laberinto. Nadie se acercaba a las ruinas a pesar de las historias de grandes tesoros que la rodeaba y era debido a las criaturas que vivían dentro. La historia tras ellas era una mezcla de rumores y cuentos para asustar a los niños antes de dormir. La más conocía era que el rey de la ciudad obtuvo un arma sin comparación, lo convirtió en un hombre con el mismo poder de una legión completa de soldados pero su precio  fue alto. 
Cuando obtuvo las victorias que tanto había anhelado, el arma cobro el pago por servirlo con lealtad. Plasmo las más grandes tentaciones en todos los habitantes de la ciudad, probando la fuerza de sus voluntades y mentes. Uno a uno cedieron ante los placeres que el arma les ofreció incluso los más fuertes, siendo convertidos en criaturas espantosas que habitarían por siempre sus calles, quedando solo el rey como único habitante humano, prisionero de su propio castillo temeroso de aquellos que antes fueron su pueblo pero siempre en busca de niños que usar como sacrificio para las criaturas que deseaban sangre.
Dentro de una taberna en el centro de una ciudad costera, varios hombres observaban a un joven no mayor de 20 años mientras planteaba una búsqueda suicida. Su plan consistía en hacer una incursión en la ciudad del crepúsculo para obtener los míticos tesoros que la llenaban pero principalmente la legendaria arma que le dio poder sin igual al monarca.
—No sé cuál es su temor —preguntaba el pelinegro con una sonrisa sarcástica. —Solo necesitamos un buen plan para lograrlo. Ustedes serán ricos y yo obtendré un arma nueva para mi colección —paseo su mirada por todos los que lo observaban. — ¿Que me dicen? —cuestiono bajando de la silla donde estaba parado, dando un trago a la cerveza en su mano.
—Es un viaje suicida. No tenemos la certeza que los tesoros son reales —comento uno de los hombres.
—Eso es parte de la aventura. No sabía que los hombres de Belmar eran unos cobardes.
Esa insinuación provoco una revuelta dentro de la taberna. Sillas volaban por los aires, jarras eran destrozadas en las cabezas de los hombres pero nadie atacaba al que provoco todo. Sentado en su mesa, el pelinegro de una estatura promedio bebía su cerveza mientras revisaba un viejo escrito con la supuesta ruta que los llevaría a la cámara de los tesoros.
Cuando la revuelta finalizo, un grupo mayor se formó alrededor del mercenario. Todos lo miraban expectantes, en sus ojos se podía notar la sed de aventura que los embargaba luego de haber pensado las cosas bien.
—Entonces partiremos en la mañana —dijo el joven levantándose de la silla.
— ¿Cuál es tu nombre?
— ¿Mi nombre? ¿Para qué quieren saberlo?  
—Necesitamos saber cómo dirigirnos a quien nos guiara.
 —Está bien. Pueden llamarme Nyutan.
Dicho esto Nyutan, subió por la escalera que guiaba a los cuartos de la taberna, entrando en su cuarto mientras dejaba que los hombres de Belmar se organizaran para empezar la aventura.  En su cuarto preparo su equipo también; una daga oculta en su cinturón, una espada atada a su espalda y una armadura ligera echa de rúnica, una aleación ligera e imposible de romper.
En la taberna los hombres tenían sus propios planes. Iban a seguirlo hasta obtener los tesoros y cuando obtuviera el arma, se la robarían dejándolo como alimento de las criaturas del laberinto. Tenían la certeza que podrían dominarlo por la superioridad numérica con la que lo aventajaban. Acordando la forma en que efectuarían todo, cada uno tomo su camino hacia los diferentes puestos comerciales para obtener las provisiones necesarias.
Despuntando el alba Nyutan esperaba a los hombres que empleo en la entrada de Belmar. Junto a él un corcel vino tinto movía su crin, impaciente por empezar a cabalgar. Una palmada en su cuello y unas palabras suave calmaron al caballo que solo libero un leve relincho cuando entre la bruma de la mañana, aparecían todos los mercenarios de la ciudad. De un salto subió a su caballo, mirándolos de reojo.
 — ¿Están todos listos?  —cuestiono evaluando el equipo que llevaba cada uno de ellos.
 —Estamos preparados para todo.
 — ¿Llevan suficientes provisiones y armamento?
 —Lo suficiente para varios días de viaje.
Con un golpe al costado de su caballo, Nyutan lideraba la marcha, llevando muy bien resguardado el escrito. En la blanca superficie de la playa quedaban las huellas de los caballos que llevaban a los hombres, desapareciendo con el primer oleaje del día. La bruma mañanera en cuestión de horas cubrió por completo sus cuerpos, desapareciendo completamente entre sus blanquecinos pliegues.
Medio día tardaron en dejar atrás la playa, deteniéndose a descansar en la entrada del bosque. Los hombres se separaron en dos grupos: uno de ellos eran los pescadores que perdieron sus trabajos cuando la flota de la ciudad fue llamada a servir como embarcaciones de guerras mientras el otro eran soldados que fueron retirados de servicio por sus gustos de matar a todos los que eran capturados en batalla. Para la ciudad eran parias pero para el pelinegro representaban un grupo dispuesto a correr cualquier riesgo por algo de dinero. Una parte tenía familia que cuidar pero el resto eran personas que nadie extrañaría por lo que si algunos morían no afectaría a la ciudad.
Bajo un árbol, almorzaba completamente solo Nyutan. Nadie sabía de donde había venido ese muchacho, solo había aparecido un día moribundo en las puertas de la ciudad vestido con una armadura que cualquier soldado envidiaría y armas de una calidad jamás vista en Belmar. Hablaba de tesoros sorprendentes, de criaturas fantásticas y magia desconocida para todos. En un principio fue tratado como un demente, negándole el acceso a la ciudad pero el dueño de la taberna fue compasivo y en contra de las órdenes del alcalde de la ciudad, llevo al joven a su negocio durante la noche de luna nueva. Con algo de alimento en su sistema junto a una buena noche de descanso, el aspecto del joven paso de loco a sabio.
Sus palabras tenían más sentido y todas tenían relación con la ciudad del crepúsculo, resguardada por el bosque de las mil sombras. El anciano pensaba que el joven debió pasar por algo traumatizante ya que a pesar de que su equipo era de la más alta calidad, él solo jamás hubiera podido cruzar ese bosque maldito y llegar a la ciudad en una sola pieza. Como nadie parecía interesado en saber lo que quería contar, solo se lo veía en la ciudad a la hora de las comidas, desapareciendo el demás tiempo en la playa o los bosques volviendo cargado de cosas que escondía en su habitación a la que nadie podía entrar ya que tenía el respaldo del dueño.

***
Cuando termino su comida, volvió a empacar todo dentro de la mochila negra que llevaba en su espalda. Limpio todo observo a los hombres, haciendo una señal para que apuraran sus alimentos.
 —Iré a revisar el perímetro del bosque. Cuando terminen de comer quiero que armen dos grupos balanceados. Uno ira a explorar el bosque y el otro las formaciones rocosas en la orilla del risco.  —lanzo una bolsa de cuero negra a cada uno.  —Dentro encontraran una sustancia explosiva. Detónenla si necesitan ayuda.
 —Está bien pero si encontramos algo de valor, ¿Qué hacemos con ello?
 —Guárdenlo y regresen a este lugar. Nos reuniremos cuando caiga la noche.
Dada las órdenes tomo un camino que bordeaba el bosque, galopando a gran velocidad. Ese camino se bifurcaba unos metros más adelante, llevando hacia una cueva el camino derecho mientras el izquierdo hacia una vieja cabaña abandonada. Ese era su objetivo. Ese había sido el hogar de un poderoso soldado y un viejo libro decía que bajo el piso de roble, estaban ocultas las armas que usaba cuando combatía. Interesado en obtenerlas siguió el camino sin descanso, pendiente del horizonte para no llegar tarde a la reunión.
Tres horas se fueron en el trayecto, arribando a una cabaña casi en ruinas bajo el cobijo de muchos árboles. Sus paredes estaban casi enteras, solo el techo había sido el más afectado por el inclemente tiempo. Ansioso dejo a su caballo atado fuera de la estructura, entrando por la puerta sostenida a penas por las placas de acero oxidado. Todo seguía en su lugar cubierto por polvo y hojas de los arboles además de que gran parte de las habitaciones habían sido tragadas por una densa vegetación producto de la exposición a los cambios climáticos. Usando su daga empezó a podar las plantas, gastando algunas horas más en ese trabajo, notando por la posición del sol que no le restaba mucho tiempo antes que tuviera que volver al sitio de reunión. Cuando el piso de madera quedo visible de nuevo dejo la daga en su funda, usando sus manos para buscar una zona con una ligera diferencia entre elevaciones. Cerca del centro del cuarto la encontró, volviendo a usar su daga para levantar la placa de madera, revelando una serie de escalones que se perdían en la oscuridad.
 —Bueno un poco más. Puedo llegar tarde a la reunión  —murmuro Nyutan bajando por hacia la oscuridad del pasaje.

Hola

¿Como estan todos?

Decidi renover mi blog y empezar a darle el uso para el que fue creado inicialmente. Subire historias cortas, pequeños cuentos y ese tipo de cosas, ademas de detalles sobre la escritura, consejos y demas. Espero les gusten las historias que subire ya que todas son de mi autoria.

sábado, 2 de febrero de 2013

El desierto sombrio

El desierto sombrio


La noche fue larga y muy dura. El sueño que suponía debía ser reparador, fue uno muy agitado ya que toda la noche fue atacado por pesadillas constantes sobre la noche de la muerte de su padre. En su mente se repetía el momento en que su padre murió entre sus brazos, podía ver como la vida se iba de sus ojos sin poder hacer nada para evitarlo, podía escuchar la voz del mercenario y ver su sonrisa momentos antes de que perforara el corazón de su padre, podía verlos huir entre la oscuridad del bosque, cada vez lo sentía más vivido, la sangre, la risa, la oscuridad, todo.

Parecía que las pesadillas jamás terminarían pero los primeros rayos del nuevo día lo sacaron de sus agitados sueños. Abrió los ojos con pesadez, aún más cansado que la noche pasada, su mente estaba agotada por todas las pesadillas que lo aquejaron. Se mantuvo unos momentos recostado con su mente aun algo agitada pero en cuanto se sintió bien, se levantó de la cama y se encamino hacia el baño del cuarto de la posada. Una vez dentro, dejo sus ropas en un cesto y entro a la ducha dejando que el agua fría lo despertara por completo.

—Malditas pesadillas —murmuro con pesadez cerrando sus ojos bajo el chorro de agua helada que lo cubría dejando sus manos apoyadas en la pared frente a él recibiendo el agua por su nuca y espalda siendo sus músculos despertados por las gotas heladas que los recorrían.

Se tomó su tiempo en la ducha tratando de olvidar todas las imágenes que poblaron su noche. Paso alrededor de una hora antes que el joven saliera de la ducha y tomara su misma ropa colocándosela de nuevo. Cuando tuvo todo listo, ajusto su arma nuevamente y se acercó a la ventana para saber si los negocios habían abierto ya. La noche pasada debido a la falta de luz y el cansancio, no había sido capaz de apreciar el aspecto de la cuidad pero ahora bajo la luz del sol, pudo ver con claridad el estado de todos los edificios o al menos de los pocos que tenía la ciudad.

Toda la ciudad estaba llena de mercaderes ambulantes, cada negocio se encontraba armado en puestos que podían ser desmontados cuando los comerciantes decidieran seguir a la siguiente ciudad. Los únicos edificios que parecían ser de la ciudad, eran la posada donde él había pasado la noche, una mansión muy lujosa cuya entrada estaba franqueada por guardias con armaduras ligeras y lanza de acero cuyas empuñaduras eran de madera, donde seguramente vivía el líder de la ciudad, varias casas distribuidas alrededor de la ciudad, la taberna que a la luz del sol se veía destartala, muy maltratada por el tiempo y un lugar con el símbolo de una herrería el cual supuso sería el único negocio perteneciente a la ciudad el cual claramente no estaba muy bien conservado ya que varias vigas del techo estaban rotas, partes de las paredes yacían en el suelo junto con tejas del techo pero aun así podía verse una leve columna de humo salir de la chimenea de piedra, indicando que el lugar estaba se encontraba trabajando pero a pesar de ello, todos los viajeros lo evitan eligiendo los puestos lujosos en la plaza central de la ciudad.

Luego de grabar en su memoria donde se encontraba cada cosa en la ciudad, salió del cuarto y bajo por las escaleras de madera cubriendo su rostro con la capucha de la capa manteniéndose oculto de la vista de curiosos. Salió de la vieja posada y empezó a caminar sobre el suelo de piedra que cubría toda la plaza central de la ciudad, camino hacia los puestos que la cubrían pero estando cerca declino de buscar en ellos sus armas ya que a su parecer eran demasiado lujosas y según las enseñas de su padre, eso significaba que el arma era de exhibición pero su calidad en un combate era muy pobre lo cual podría traerle problemas en medio del desierto si se topaba con alguna criatura.

Paso de largo de cada puesto que le ofrecía sus productos y en cambio se encamino hacia la forja en la parte más alejada de la ciudad. Camino alrededor de media hora, pasando del suelo de piedra a unas escaleras de roca negra bordeadas por unas colinas de pasto algo olvidado ya que se encontraba demasiado espeso y al parecer nadie se encargaba de ese sector de la ciudad lo que también respondía el por qué el hogar del herrero se encontraba tan maltratado. Finalmente llego a la puerta de madera la cual estaba cerca de caer de las bisagras de metal manteniéndose en su lugar por alguna clase de milagro.

—Vi el humo salir de la chimenea, ¿hay alguien en casa? —pregunto paseando su mirada por el interior de la casa observando una herrería muy sencilla.

Un yunque en medio, varias armas colgando de los muros y en el fondo un horno de piedra encendido frente al cual de espaldas hacia la puerta, se encontraba un hombre de gran estatura, cuerpo corpulento que al parecer estaba trabajando en algo ya que podía escuchar el sonido del metal moverse en el horno. Entro en la casa y se acercó despacio pero se mantuvo en silencio no queriendo distraer al herrero, esperando paciente a que volteara, lo cual paso luego de algunos minutos mostrándole un rostro curtido por el tiempo, con una barba no tan poblada como la del cantinero pero menos cuidada, ya que se encontraba enmarañada y en algunas partes algo chamuscada por la constante cercanía al calor del horno. El hombre sumergió lo que parecía ser una espada dentro de un balde con agua provocando un silbido del metal enfriándose a gran velocidad por la acción repentina del líquido frio sobre la superficie ardiente.

— ¿Qué deseas? —cuestiono el hombre con una voz muy profunda y resonante propia de alguien de su tamaño y corpulencia.

—Quisiera algunas armas y un escudo, saldré hacia el desierto y necesito estar preparado —respondió el joven mirando al hombre con calma mostrando el respeto correspondiente a un hombre de su profesión.

—Hay muchas armas buenas en los puestos de la plaza central, ¿Por qué preferirías las mías sobre las de los comerciantes? —cuestiono el herrero dejando la espada sobre el yunque y empezando a revisarla en busca de alguna falla en la hoja o en el filo.

—Porque son demasiado ostentosas, necesito armas que sean resistentes y que me sirvan en una pelea, no que se vean bien en mi cinto —respondió serio recordando las lecciones de su difunto padre.

—Me agradas pequeño, al parecer quien te entreno, te enseño muy bien —dijo el hombre alejando su mirada del arma y posándola sobre el joven mostrando una sonrisa suave entre su barba enmarañada mientras se acercaba a las paredes de la casa y buscaba entre las armas alguna cosa.

—Estos dos te puede servir, debido a tu porte y masa muscular, las armas ligeras son perfectas para ti, como las espadas o navajas, las hachas o lanzas te representarían demasiado peso y te entorpecerían, de igual manera un escudo muy pesado podrían representar un problema más que una ayuda —dijo el hombre presentándole una espada cuya hoja era negra y de una empuñadura igualmente negra con un entretejido de hilos de acero y plata junto a un escudo de acerco pero por dentro echo de cuero mostrando ser ambos muy ligeros cuando el joven los tomo.

—Muchas gracias, dígame ¿cuánto costaran? —pregunto mientras buscaba entre sus ropas el dinero que había rescatado de su hogar mas no fue necesario ya que el hombre movió su cabeza negando y luego lo miro.

—Tómalos como un regalo, me recuerdas mucho a otro joven que también paso por mi herrería hace muchos años y deseo ayudarte en tu viaje —dijo el hombre sonriendo de forma bondadosa mientras pasaba su mano por el cabello del joven en un justo fraternal.

El joven lo miro muy sorprendido tanto por el regalo como por el gesto pero sonrió agradeciendo la generosidad del hombre y se despido de el con un fuerte apretón de manos junto con un abrazo luego del cual abandono la casa. Camino de regreso hacia la plaza central ahora en busca de agua, comida y algunos elementos como un saco de dormir, algunas hierbas en caso de algún encuentro con una criatura venenosa. Escogió un puesto cerca de la salida de la ciudad, era atendido por una señora de edad madura y pudo notar que vivía en el pueblo ya que su puesto estaba armado frente a una casa, que como la del herrero, se encontraba en un estado algo deplorable.

—Disculpe, quisiera comprar algunas hierbas medicinales, un saco de dormir y algo de comida seca —dijo el joven mirando a la mujer con una sonrisa tranquila y amable en sus labios.

—Claro que sí, solo dame unos momentos por favor —dijo la mujer mientras entraba a la casa en busca de todo lo que le habían pedido saliendo luego de algunos minutos con todo lo que había solicitado el joven.

—Aquí tienes pequeño —dijo la mujer depositando todos los objetos sobre el mostrador de madera de su puesto mirando luego a joven con una sonrisa amable en sus labios.

—Muchas gracias —dijo con una sonrisa tomando todas las cosas y guardándolas en una mochila algo raída por su viaje mirando luego a la mujer mientras sacaba la bolsa de dinero y depositaba varias monedas de oro sobre el mostrador, que sumaban un importe mayor que el de todas las cosas que había comprado.

—Pero esto es mucho más de lo que cuestan las cosas —protesto la señora sin deseos de estafar al joven devolviendo parte de las monedas pero este negó y las coloco de nuevo en las manos de la mujer cerrándolas con delicadeza.

—Acéptelo por favor, eh notado que nadie compra en los negocios del pueblo, solo lo hacen en los ambulantes y eso no está bien, permítame al menos ayudarla de alguna manera para que pueda reparar su hogar —dijo mostrando una actitud sincera y cálida, heredada de su padre.

Unas lágrimas bajaron por las mejillas de la mujer antes de abrazarlo de forma sorpresiva agradeciendo su gesto. El joven sonriendo correspondiendo a su abrazo para luego separarse con cuidado de la mujer y despedirse caminando hacia la salida del pueblo, listo para iniciar su viaje por el desierto. Avanzo algunos minutos y luego se encontró en la salida del pueblo observando las arenas del desierto, nada podía verse en ellas pero las criaturas que rondaban esos lugares, preferían estar bajo tierra y solo salir al momento de atacar por lo cual durante todo su viaje, debería estar atento a su entorno para evitar ser devorado.

Dio los primeros pasos sobre las arenas doradas y un golpe de calor repentino lo dejo sin aire por algunos instantes. El repentino subidón de temperatura lo habían tomado por sorpresa pero no sería suficiente para detener su marcha. Tomo algunos respiros y luego empezó su camino sobre las arenas doradas del desierto paseando su mirada sobre ellas pero solo observando miles de dunas hasta donde alcanzaba la vista, algunos cactus y otras plantas, diseñadas para mantener el agua en su interior, logrando sobrevivir en un ambiente tan estéril y falto de cualquier humedad.

Cada paso que daba le costaba mucho, a pesar de que toda su ropa y equipaje eran muy ligeros, sentía su cuerpo como plomo debido al abrazante calor que lo rodeaba. Sabía que necesitaba encontrar pronto un refugio del sol o un oasis porque de lo contrario, terminaría deshidratado completamente. Cada vez que subía una duna, exploraba el horizonte en busca de alguna señal de agua o refugio pero solo encontraba más y más arena, como un infierno interminable.

Sus pasos cada vez se volvían más pesados y lentos empezando a sentir los estragos del fuerte sol sobre su cuerpo. Con su mano derecha limpio el sudor que empapaba su frente, subió a otra duna buscando nuevamente en el horizonte y esta vez logro ver lo que precia ser varias rocas acumuladas pensando que tal vez podría ser un refugio temporal si encontraba una caverna en medio de esas rocas. Bajo de la duna hacia el desierto de nuevo apretando su marcha hacia las rocas antes que sus últimas fuerzas abandonaran su cuerpo.

Recorrió el trecho entre la duna y las rocas con pesadez, cada paso que daba lo acercaban más a la inconciencia por falta de agua en su cuerpo. Apretó el paso lo más que pudo logrando alcanzar las rocas en cuestión de minutos, observando el páramo estéril que eran esas rocas de tono rojizo, no lograba encontrar alguna abertura en esos muros solidos pensando que tal vez su buena fortuna había terminado pero cuando iba a desplomarse sobre las rocas para que el sol terminara su trabajo, alcanzo a ver una gruta muy grande abierta en la base de una gigantesca roca al final de un pasillo bordeado de dos grandes muros rojos que proveían sombra y protección del abrasante astro en el cielo.

—Por fin, sombra, refugio —murmuro agotado observando la cueva casi con devoción mientras marchaba sobre la roca fría disfrutando del resguardo de ambos muros a su alrededor.

Admiraba la cueva a pocos metros de ella con una alegría inmensa en su rostro. Su cuerpo había recuperado parte de las fuerzas perdidas gracias a la sombra que le proveía los muros y estaba listo para entregarse a un descanso prolongado cuando capto un movimiento. De entre las sombras de la cueva se mostrando un par de ojos dorados, un rugido estremecedor resonó en los muros del túnel y en ese momento recordó algo que su padre le había dicho.

“En medio de la sala de su hogar, el padre le mostraba  a su hijo un libro con distintas ilustraciones echas por la mano de él. Podían observarse miles de diferentes criaturas en cada página y bajo cada una de ellas, había un texto descriptivo de sus hábitats, sus maneras de cazar, sus fortalezas, debilidades, en si todo lo necesario para sobre cómo enfrentarlas y lograr salir vivo.

—Hijo mío, en este libro yo eh recabado cada aspecto de todas las criaturas que enfrente durante mi vida como soldado. No es más que la cuarta parte de todos los seres que habitan nuestro mundo, pero esta información te será de mucha utilidad y sé que tu agregaras aún más información a sus páginas y luego tu hijo hasta que podamos documentar a todos los seres que rondan el mundo entero —hablo el hombre sonriendo de forma paternal mientras pasaba las paginas hasta detenerse en una. —Esta criatura se llama Virian, es un ser que habita en los desiertos pero debido al calor extremo de esos lugares, se refugia en las cuevas en espera de viajeros que busquen algún resguardo del sol. Son muy difíciles de matar debido a su piel dura y escamosa, pero tienen un punto débil en la zona del cuello. Llegar a esa zona es muy sencillo si portas un arco, pero si los enfrentas con una espada, deberás cuidarte del fuego y el veneno que exhalan de sus bocas —explico el hombre mirando a su hijo tratando de que cada parte del conocimiento que el llevaba, quedara en su pequeño. “

El joven recordó la imagen del libro de su padre y la misma criatura estaba frente a él. Una extraña mezcla entre un mamífero y un reptil era la mejor manera de describir a un Virian. Su cuerpo era similar al de un puma solo que su tamaño era cercano a los 4 mts de altura, su piel era toda escamosa pero recubierta por una especie de pelaje pardo, su boca estaba adornada con un juego de dientes blancos de aspecto normal menos los caninos que sobresalían de su boca de los cuales caían unas gotas verdosas que al toca la piedra la quemaban y un constante vapor rojizo que salía de su boca en cada respiración dando como resultado un ser horrible y aterrorizante.

Su mente trabajaba a toda su capacidad buscando entre las paredes que lo rodeaban alguna saliente que pudiera usar como impulso para atacar a la bestia desde arriba, pero al parecer se había metido en la trampa del animal y solo tenía una alternativa. Ataque frontal. El joven desenvaino su espada, preparo su escudo y empezó su avance cauteloso hacia el ser frente a él. No hubo avanzado ni un par de metro cuando una oleada de fuego fue lanzada en su dirección, gracias a la distancia logro rodar hacia un extremo evitando ser calcinado pero no tuvo descanso ya que una segunda ráfaga lo alcanzo impactando el escudo que protegía su cuerpo sintiendo como el metal se calentaba quemando el cuero dentro y por consecuente su brazo provocando un grito ahogado de dolor por parte del joven guerrero.

El joven rodo su cuerpo hacia una esquina del pasadizo en cuanto el fuego se detuvo inspeccionando su brazo. La piel estaba ampollada y enrojecida en algunas partes, sentía sus dedos adormecidos pero no tenía tiempo de descansar, necesitaba asesinar a la bestia antes que esta lo hiciera con él. Avanzo rápido sobre el piso de roca midiendo el alcance del fuego de la bestia, una nueva ráfaga estuvo cerca de alcanzarlo pero salto hacia atrás hasta el punto donde las llamas no llegaban midiendo que el alcance era de 4 mts hacia el frente además que necesitaba alrededor de 1 minuto entre cada ráfaga. Con los datos en su cabeza, avanzo provocando al animal hasta que lanzo la ráfaga la cual también esquivo y cuando termino, lanzo su ataque a toda su velocidad logrando atravesar el cuello del animal pero antes de poder retirar su arma, la bestia mordió su hombro protegido por la armadura.

Escucho el metal doblarse entre las poderosas fauces del animal y como los caninos cortaban su piel quemándola por acción del veneno antes de caer muerta a sus pies. Su cuerpo se resintió de inmediato por el veneno de la criatura provocando que su cabeza diera vueltas y su vista se nublara cayendo de rodillas en el suelo. Usando su brazo quemado, retiro la armadura observando la herida ennegrecida y sangrante que provoco las fauces del animal. Con mucho trabajo extrajo algunas hierbas de su mochila, recordando las palabras de su padre, empezó a preparar un antídoto el cual estuvo listo luego de algunos minutos. Saco el agua que llevaba mezclando un poco con las hierbas que preparo y luego se bebió el brebaje resultante cerrando sus ojos en espera que el antídoto surtiera efecto.

Paso alrededor de una hora cuando su cuerpo empezó a recuperar la movilidad. Abrió sus ojos y los oriento hacia un costado viendo como la herida de su hombro presentaba un mejor aspecto, suspiro y empezó el proceso de vendaje, luego del cual aprovechando que la noche había caído y con ella el calor había sido reemplazado por un viento gélido, se levantó y cubrió su cuerpo con su capa saliendo de ese pasaje pero no sin antes llevarse el veneno de la bestia en un frasco especial, sabiendo que le sería útil si impregnaba la hoja de su espada con él.

Camino por el pasaje alrededor de unos 15 minutos y salió de nuevo a las arenas ahora de un color azulado por el destello lunar. Camino con mucha más facilidad ahora que no tenía el sol quemando su cuello, mantuvo un paso bastante rápido por algunas horas subiendo y bajando por las dunas, manteniéndose lejos de cualquier lugar sospechoso ya que su cuerpo seguía débil por la pelea contra el Virian y no podría contra criatura de momento.

Mantuvo un trayecto recto usando las estrellas como única guía, cuando la luna estuvo en la posición que indicaba la media noche lo vio. Un castillo en medio del desierto que era seguramente el mismo del que había hablado el cantinero en la ciudad. Pensando que en ese lugar podría reabastecer fuerzas y provisiones, acelero la marcha pero al llegar a los alrededores del castillo su semblante cambio a uno de horror total.

—No puede ser… —murmuro el joven caminando al castillo sobre las arenas.

En términos de estructura se encontraba perfecto, ni un solo fallo a la vista pero alrededor de él, en las almenas, en el puente y en la entrada, todos estaban muertos.

jueves, 31 de enero de 2013

Azhar la ciudad de los viajeros




Azhar la ciudad de los viajeros


El pueblo que fue consumido por las llamas, cada vez se veía más pequeño en el horizonte siendo solo distinguible por las leves columnas de humo que aun brotaban de las estructuras quemadas a espaldas de una silueta envuelta en una capa negra. Avanzaba a paso lento sobre ese camino de tierra bordeado por arboles desconociendo donde lo llevaría pero siguiendo a pesar de ello su constante marcha con sus ojos puestos en el horizonte con una expresión ausente presente en todo su rostro como alguien cuyas ganas de vivir habían sido extinguidas de la noche a la mañana.

—Este camino parece eterno, ni un alma a la vista…  —murmuraba el viajero para sí mismo buscando con su mirada algún objeto, rastro, cualquier cosa que le diera alguna pista de donde se encontraba y hacia donde lo llevaba esa ruta abandonada.

Luego de varios minutos recorriendo ese sendero, decidió detenerse a la sombra de unos árboles y tomar un descanso antes de continuar su marcha. Tomo asiento a la sombra de dos árboles muy frondosos protegiéndose del abrasador sol que bañaba el camino con mucha intensidad. Su mirada recorrió por primera vez con detalle el lugar donde se encontraba llevándose una sorpresa debido a que su padre le había contado muchas historias de sus viajes y la gran mayoría empezaban en ese mismo lugar por el cual ahora viajaba el.

—Papá, espero que este viaje sea como el de tus historias  —murmuro soltando un suspiro llevando sus ojos hacia el cielo azul solo manchado por unas pocas nubes blancas.

—Como desearía que estuvieras conmigo, guiándome, me siento tan perdido sin ti  —murmuro dejando de nuevo su dolor en la soledad del camino ya que jamás dejaría que nadie lo viera entregarse a estos momentos de dolor que lo consumían por dentro, debía siempre mostrarse fuerte y decidido.

En medio de su dolor el joven cayo presa de Morfeo entregándose a un descanso agitado pero necesario ya que llevaba un día completo caminando sin dormir o comer nada. Pasaron varias horas y el sonido de los relámpagos a lo lejos fue lo que quebró su descanso abriendo los ojos sobresaltado. Se levantó presuroso, tomo sus cosas y retomo su marcha en busca de algún refugio de la tormenta que pronto cubriría ese bosque por completo.

Corrió varios kilómetros observando las nubes negras cernirse sobre el cielo azul eclipsando el sol por completo trayendo una oscuridad casi total debido a el espesor de las nubes. Sin darse cuenta el terreno a su alrededor empezó a cambiar, había dejado atrás los espesos bosques y el camino de tierra para desembocar en una zona rocosa sobre un camino de grava. El haber corrido sin tomar en cuenta la ruta lo había llevado hacia un lugar que no reconocía y que seguramente estaba muy lejos de su ruta principal, con eso en mente decidió primero encontrar una cueva para resguardarse de la lluvia y luego cuando hubiera amainado, escalar a la cima de una de esas rocas y buscar el camino de tierra nuevamente.

Escucho los primeros relámpagos a su espalda y el sonido de las gotas chocando contra las rocas anunciando que la tormenta empezaba y el aún no había encontrado algún refugio donde resguardarse. Había empezado a resignarse sobre encontrar resguardo cuando vislumbro a lo lejos una abertura en la cara de la montaña, un suspiro de alivio salió de sus labios y corrió sobre las rocas pero a pesar de ello la cueva se encontraba demasiado lejos y cuando llego el temporal había empapado su capa y parte de su ropa.

—Maldición, al menos ahora tengo un lugar donde secarme —murmuro retirando la capa de su espalda y revisándola, por suerte solo estaba mojada, había temido que su carrera anterior la hubiera rasgado de alguna manera.

—Veamos ahora si, donde vine a parar... —musito volviendo a colocar la capa en su espalda y barriendo la cueva con sus ojos notando que no era una pequeña gruta como había creído en un principio.

Frente a él se abría una caverna enorme. Desde el lugar donde estaba se podía observar un descenso hacia un nivel muchos metros bajo la tierra envueltos en una oscuridad profunda. Siendo otra la situación nunca hubiera pasado por su cabeza el adentrarse en un lugar como ese pero necesitaba aprender más sobre cada lugar donde iba ya que ahora su vida sería viajar por el mundo y no podía tener miedo de lo desconocido.

—Veamos que tenemos aquí… -dijo para sí mismo mientras sacaba una tela seca de su chaqueta bajo la capa, la envolvió en una madera y usando un par de rocas creo la chispa necesaria para fabricarse una antorcha que le trajo la suficiente luz para empezar su descenso.

Cuando los primeros destellos de la antorcha bañaron las paredes rocosas de la cueva, su rostro fue invadido por la sorpresa total. No era una caverna como y corriente, frente a él se extendían corredores abiertos en las rocas, escaleras naturales y una infinidad de túneles todo rodeando un lago hermoso varios metros más al fondo de donde se encontraba. Era como ver un palacio tallado por la mano humana pero este había sido echo por la naturaleza misma siendo algo hermoso de admirar.

—Vaya que belleza, toda oculta bajo la tierra —comento recorriendo los corredores de la caverna viendo si alguno de ellos lo llevaba hacia una salida ya que veía muy difícil regresar por donde vino debido a la inclinación de varios de los caminos claramente hechos para descender pero no para subir de nuevo.

Camino por lo que asumió fueron muchas horas a través del mismo pasillo dentro de la montaña en donde la única luz que tenía era la de su antorcha cuyos destellos amarillentos se reflejaban en las rocas del techo y el suelo mostrándole un paisaje como tallado por un gran artista. Parecía que el túnel jamás terminaría pero cuando iba a regresar sobre sus pasos vislumbro una salida a no más de unos metros de donde se encontraba. Agradeció haber encontrado una salida ya que su antorcha estaba cerca a consumirse y dentro de tanta oscuridad, estaba seguro que jamás podría encontrar materiales para fabricar una segunda fuente de luz y calor. Viendo su fuente de luz casi extinta, apretó su paso logrando alcanzar la salida del túnel cuando los últimos destellos de su antorcha se extinguían por completo.

—Al fin, empezaba a sentirme que jamás saldría —murmuro dejando caer sobre el piso de piedra los restos de su antorcha mientras su mirada por unos momentos quedaba puesta en la salida que podía verse a lo lejos por donde filtraba luz solar.

Limpio sus manos de todo resto y empezó el ascenso por la pared de roca hacia la salida en lo alto de la caverna. Le tomo algunas horas más el subir la inmensa pared, debido a eso cuando al final logro alcanzar la cima, solo quedaba un destello anaranjado que indicaba el crepúsculo por lo cual sin perder tiempo salió de la caverna dispuesto a aprovechar los últimos rayos de luz para descubrir donde lo había llevado esa caverna tan majestuosa que había dejado atrás. Cuando sus ojos se hubieron acostumbrado de nuevo a la luz natural, quedo unos momentos en shock total.

—No puedo creerlo —musito saliendo del lumbral de la caverna topándose a no más de algunos metros lejos de él, una ciudad gigantesca iluminada por todas las luces que brotaban de las ventanas de los hogares y los negocios.

A pesar que su cuerpo estaba muy agotado por la excursión por toda la cueva, busco fuerzas donde ya no le quedaban para poder avanzar hasta la ciudad y tener un descanso digno en alguna posada. Mantuvo un paso normal agradeciendo que toda la ruta fuera en bajada, llegando a la entrada cuando el ultimo rayo del crepúsculo se perdía en el horizonte dejando a la luna como única fuente de luz. Desde ese lugar le fue posible apreciar la ciudad por completo, notando algo extraño en los habitantes de la misma.

Por donde veía, solo se podían vislumbrar viajeros, incluso los negocios, eran ambulantes la gran mayoría. Estaba muy extrañado por todos esos aspectos de la ciudad y camino entre la gente hasta una taberna donde seguro lograría encontrar información. Al momento de entrar, un fuerte aroma de licor lleno su nariz atontándolo por momentos, se tomó unos minutos y luego se acercó a la barra donde el cantinero del lugar.

—Disculpe, pero me podría decir, ¿Por qué, esta ciudad solo tiene viajeros? —cuestiono el joven mirando al hombre de espesa barba y cuerpo corpulento a la vez que pedía también algo de tomar, agotado de su viaje.

—Esta es Azhar, la ciudad de los viajeros, este sitio es un punto de encuentro para todos aquellos que se dirigen hacia el castillo del desierto —respondió el hombre sirviendo un vaso con la bebida del joven mientras tomaba asiento tras la barra.

— ¿El castillo del desierto? —pregunto curioso el joven dando un trago de su vaso disfrutando de la sensación de un líquido a parte del agua, mojar su garganta.

—Si, en esta ciudad, los viajeros reabastecen sus provisiones y sus armas para poder sobrevivir el paso por el desierto, ya que es la única manera de continuar si no se posee un barco —dijo el hombre levantándose y dejando al joven solo mientras atendía los demás clientes.

El joven, luego de haber escuchado la respuesta del cantinero, apuro su bebida, dejo pagando todo y salió de ahí con mil cosas en su mente. Basado en lo que averiguo, no tenía otra alternativa que continuar su marcha a través del desierto, por lo cual resolvió descansar bien esa noche y en la mañana abastecerse de todo lo que necesitaría para no morir bajo el ardiente calor de las arenas mortales. Camino hacia una posada muy sencilla, una vez dentro pago un cuarto por la noche y subió por las escaleras hacia el piso superior del lugar. A penas llego al cuarto, había pensado acostarse y organizar lo que haría, pero al momento que su cabeza toco la almohada cayo en un sueño profundo delatando todo el cansancio que su cuerpo llevaba contenido desde que había huido de la tormenta.