Azhar la ciudad de
los viajeros
El pueblo que fue consumido por las llamas, cada vez se veía
más pequeño en el horizonte siendo solo distinguible por las leves columnas de
humo que aun brotaban de las estructuras quemadas a espaldas de una silueta
envuelta en una capa negra. Avanzaba a paso lento sobre ese camino de tierra
bordeado por arboles desconociendo donde lo llevaría pero siguiendo a pesar de
ello su constante marcha con sus ojos puestos en el horizonte con una expresión
ausente presente en todo su rostro como alguien cuyas ganas de vivir habían sido
extinguidas de la noche a la mañana.
—Este camino parece eterno, ni un alma a la vista… —murmuraba el viajero para sí mismo buscando
con su mirada algún objeto, rastro, cualquier cosa que le diera alguna pista de
donde se encontraba y hacia donde lo llevaba esa ruta abandonada.
Luego de varios minutos recorriendo ese sendero, decidió
detenerse a la sombra de unos árboles y tomar un descanso antes de continuar su
marcha. Tomo asiento a la sombra de dos árboles muy frondosos protegiéndose del
abrasador sol que bañaba el camino con mucha intensidad. Su mirada recorrió por
primera vez con detalle el lugar donde se encontraba llevándose una sorpresa
debido a que su padre le había contado muchas historias de sus viajes y la gran
mayoría empezaban en ese mismo lugar por el cual ahora viajaba el.
—Papá, espero que este viaje sea como el de tus historias —murmuro soltando un suspiro llevando sus ojos
hacia el cielo azul solo manchado por unas pocas nubes blancas.
—Como desearía que estuvieras conmigo, guiándome, me siento
tan perdido sin ti —murmuro dejando de
nuevo su dolor en la soledad del camino ya que jamás dejaría que nadie lo viera
entregarse a estos momentos de dolor que lo consumían por dentro, debía siempre
mostrarse fuerte y decidido.
En medio de su dolor el joven cayo presa de Morfeo entregándose
a un descanso agitado pero necesario ya que llevaba un día completo caminando
sin dormir o comer nada. Pasaron varias horas y el sonido de los relámpagos a
lo lejos fue lo que quebró su descanso abriendo los ojos sobresaltado. Se levantó
presuroso, tomo sus cosas y retomo su marcha en busca de algún refugio de la
tormenta que pronto cubriría ese bosque por completo.
Corrió varios kilómetros observando las nubes negras cernirse
sobre el cielo azul eclipsando el sol por completo trayendo una oscuridad casi
total debido a el espesor de las nubes. Sin darse cuenta el terreno a su
alrededor empezó a cambiar, había dejado atrás los espesos bosques y el camino
de tierra para desembocar en una zona rocosa sobre un camino de grava. El haber
corrido sin tomar en cuenta la ruta lo había llevado hacia un lugar que no reconocía
y que seguramente estaba muy lejos de su ruta principal, con eso en mente decidió
primero encontrar una cueva para resguardarse de la lluvia y luego cuando
hubiera amainado, escalar a la cima de una de esas rocas y buscar el camino de
tierra nuevamente.
Escucho los primeros relámpagos a su espalda y el sonido de
las gotas chocando contra las rocas anunciando que la tormenta empezaba y el aún
no había encontrado algún refugio donde resguardarse. Había empezado a
resignarse sobre encontrar resguardo cuando vislumbro a lo lejos una abertura
en la cara de la montaña, un suspiro de alivio salió de sus labios y corrió
sobre las rocas pero a pesar de ello la cueva se encontraba demasiado lejos y
cuando llego el temporal había empapado su capa y parte de su ropa.
—Maldición, al menos ahora tengo un lugar donde secarme —murmuro
retirando la capa de su espalda y revisándola, por suerte solo estaba mojada, había
temido que su carrera anterior la hubiera rasgado de alguna manera.
—Veamos ahora si, donde vine a parar... —musito volviendo a
colocar la capa en su espalda y barriendo la cueva con sus ojos notando que no
era una pequeña gruta como había creído en un principio.
Frente a él se abría una caverna enorme. Desde el lugar
donde estaba se podía observar un descenso hacia un nivel muchos metros bajo la
tierra envueltos en una oscuridad profunda. Siendo otra la situación nunca
hubiera pasado por su cabeza el adentrarse en un lugar como ese pero necesitaba
aprender más sobre cada lugar donde iba ya que ahora su vida sería viajar por
el mundo y no podía tener miedo de lo desconocido.
—Veamos que tenemos aquí… -dijo para sí mismo mientras
sacaba una tela seca de su chaqueta bajo la capa, la envolvió en una madera y
usando un par de rocas creo la chispa necesaria para fabricarse una antorcha
que le trajo la suficiente luz para empezar su descenso.
Cuando los primeros destellos de la antorcha bañaron las
paredes rocosas de la cueva, su rostro fue invadido por la sorpresa total. No era
una caverna como y corriente, frente a él se extendían corredores abiertos en
las rocas, escaleras naturales y una infinidad de túneles todo rodeando un lago
hermoso varios metros más al fondo de donde se encontraba. Era como ver un
palacio tallado por la mano humana pero este había sido echo por la naturaleza
misma siendo algo hermoso de admirar.
—Vaya que belleza, toda oculta bajo la tierra —comento
recorriendo los corredores de la caverna viendo si alguno de ellos lo llevaba
hacia una salida ya que veía muy difícil regresar por donde vino debido a la inclinación
de varios de los caminos claramente hechos para descender pero no para subir de
nuevo.
Camino por lo que asumió fueron muchas horas a través del
mismo pasillo dentro de la montaña en donde la única luz que tenía era la de su
antorcha cuyos destellos amarillentos se reflejaban en las rocas del techo y el
suelo mostrándole un paisaje como tallado por un gran artista. Parecía que el túnel
jamás terminaría pero cuando iba a regresar sobre sus pasos vislumbro una
salida a no más de unos metros de donde se encontraba. Agradeció haber
encontrado una salida ya que su antorcha estaba cerca a consumirse y dentro de
tanta oscuridad, estaba seguro que jamás podría encontrar materiales para
fabricar una segunda fuente de luz y calor. Viendo su fuente de luz casi
extinta, apretó su paso logrando alcanzar la salida del túnel cuando los últimos
destellos de su antorcha se extinguían por completo.
—Al fin, empezaba a sentirme que jamás saldría —murmuro
dejando caer sobre el piso de piedra los restos de su antorcha mientras su
mirada por unos momentos quedaba puesta en la salida que podía verse a lo lejos
por donde filtraba luz solar.
Limpio sus manos de todo resto y empezó el ascenso por la
pared de roca hacia la salida en lo alto de la caverna. Le tomo algunas horas más
el subir la inmensa pared, debido a eso cuando al final logro alcanzar la cima,
solo quedaba un destello anaranjado que indicaba el crepúsculo por lo cual sin
perder tiempo salió de la caverna dispuesto a aprovechar los últimos rayos de
luz para descubrir donde lo había llevado esa caverna tan majestuosa que había dejado
atrás. Cuando sus ojos se hubieron acostumbrado de nuevo a la luz natural,
quedo unos momentos en shock total.
—No puedo creerlo —musito saliendo del lumbral de la caverna
topándose a no más de algunos metros lejos de él, una ciudad gigantesca
iluminada por todas las luces que brotaban de las ventanas de los hogares y los
negocios.
A pesar que su cuerpo estaba muy agotado por la excursión por
toda la cueva, busco fuerzas donde ya no le quedaban para poder avanzar hasta
la ciudad y tener un descanso digno en alguna posada. Mantuvo un paso normal
agradeciendo que toda la ruta fuera en bajada, llegando a la entrada cuando el
ultimo rayo del crepúsculo se perdía en el horizonte dejando a la luna como única
fuente de luz. Desde ese lugar le fue posible apreciar la ciudad por completo,
notando algo extraño en los habitantes de la misma.
Por donde veía, solo se podían vislumbrar viajeros, incluso
los negocios, eran ambulantes la gran mayoría. Estaba muy extrañado por todos
esos aspectos de la ciudad y camino entre la gente hasta una taberna donde
seguro lograría encontrar información. Al momento de entrar, un fuerte aroma de
licor lleno su nariz atontándolo por momentos, se tomó unos minutos y luego se acercó
a la barra donde el cantinero del lugar.
—Disculpe, pero me podría decir, ¿Por qué, esta ciudad solo
tiene viajeros? —cuestiono el joven mirando al hombre de espesa barba y cuerpo
corpulento a la vez que pedía también algo de tomar, agotado de su viaje.
—Esta es Azhar, la ciudad de los viajeros, este sitio es un
punto de encuentro para todos aquellos que se dirigen hacia el castillo del
desierto —respondió el hombre sirviendo un vaso con la bebida del joven
mientras tomaba asiento tras la barra.
— ¿El castillo del desierto? —pregunto curioso el joven
dando un trago de su vaso disfrutando de la sensación de un líquido a parte del
agua, mojar su garganta.
—Si, en esta ciudad, los viajeros reabastecen sus
provisiones y sus armas para poder sobrevivir el paso por el desierto, ya que
es la única manera de continuar si no se posee un barco —dijo el hombre levantándose
y dejando al joven solo mientras atendía los demás clientes.
El joven, luego de haber escuchado la respuesta del
cantinero, apuro su bebida, dejo pagando todo y salió de ahí con mil cosas en
su mente. Basado en lo que averiguo, no tenía otra alternativa que continuar su
marcha a través del desierto, por lo cual resolvió descansar bien esa noche y
en la mañana abastecerse de todo lo que necesitaría para no morir bajo el
ardiente calor de las arenas mortales. Camino hacia una posada muy sencilla,
una vez dentro pago un cuarto por la noche y subió por las escaleras hacia el
piso superior del lugar. A penas llego al cuarto, había pensado acostarse y
organizar lo que haría, pero al momento que su cabeza toco la almohada cayo en
un sueño profundo delatando todo el cansancio que su cuerpo llevaba contenido
desde que había huido de la tormenta.